No me dañes, no me hieras,
porque se abrirán entonces las nubes,
y se oirá el retumbo de un millón de estrellas.
Y caerán como espinas de nieve,
y borrarán la figura lejana.
Y caerán como espinas de agua,
y empaparán aquellos pies que andan.
Y caerán como espinas de acero,
y en la tierra al paso serán hincadas,
preso, atrapada,
caerán como espinas de sangre,
para que no me hieras,
para que no te vayas,
para que no me dañes,
sobre la carne,
desgarrada, mientras te miro,
con el corazón exprimido,
en mi mano,
que llueve.
De este pecho empalidecido,
de esta rosa ahogada,
de este amor que está marchito.