Se asoma la luna en su cuna negra,
mientras todos duermen y ella se deja, serena,
mecer por la brisa.
“No te preocupes…”, le dice a aquélla que por la ventana todavía la mira.
“Cierra los ojos…”, le susurra.
“Descansa, que mañana será otro día…”
“Deja que cubra con mis sábanas tu vista,…
Y duerme… Sueña, chiquilla.
Que yo en un rato bajo, y te hago compañía…”