Y ese tostado café tempranero,
y este selvático olor de tu piel,
y mi dormir, en profundo desvelo,
y estos ojos, opacos de sueño.
Que te distingo revuelto en mis pelos,
que lo que veo es tu vello,
que lo que toco es tu frío,
que de tus poros respiro.
Y en letargo,
que lo que miro, estos dedos míos,
¡ay! que me duermo,
en este ombligo, alrededor.
De este vaivén que me mece,
de este aire,
de tu vientre, este rumor.
¡Deja, deja! Que has vuelto.
Deja que el café se queme…
Y no te marches, entra dentro.