Llovía. Pero no tenía con qué cubrirse.
Y caía, como filos agudos de espadas sobre su carne.
Y para poder resguardarse empezó a correr.
Y corría,… pero aún llovía…
Y más corría,… pero aún le hería…
Y corría mucho más,…
pero en su rostro golpeaban ya,
y apenas veía.
Le seguía la lluvia, o quizás la seguía él.
Y quería dejarla, pero no podía.
Parecía querer atraparla, y corría,…
más veloz,… corría,…
tras ella,… corría,…
hasta tocarla con la suave punta de sus dedos,
por la cintura.
Y le miró la lluvia,
a su cara herida,
con unos ojos muy húmedos,
a su cara empapada,
con unos ojos de sangre.
Y ya casi no llovía. Chispeaba.
-Te quiero… -le decía…