Me gusta deslizar las palmas por las briznas de hierba, inocente.
Encoger los dedos de mis pies descalzos en el charco, ocasionado por una incipiente tormenta. Empaparme con ella, y que las gotas recorran mis piernas.
Me gusta enredar las manos entre las briznas de hierba, suave.
Relajar mi espalda y abarcar el momento, cerrar fuerte los párpados, entornar la boca. Inspirar el olor salvaje y húmedo del campo.
Me gusta agarrar con los dedos las briznas de hierba, ansiosa.
Mojar mi piel entera, hundirme en la confortable tierra. Despeinar mi cabello mientras se vuela con la tempestad del viento.
Me gusta arrancar con las uñas las briznas de hierba, exaltada.
Emitir un grito y que retumbe lejos, como un eco, a lo lejos, a la nada, egoísta.
Y así me gusta,… así, amor. Así me gusta cuando te guío a que explores el monte conmigo, mientras aprieto contra mí tu cabeza.